lunes, 26 de febrero de 2018

Así eran nuestras mujeres mambisas



Por: Juan Hernández Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012

Mucho se habla de la mujer cubana, tanto en nuestro país como en el mundo, por el papel que ocupa en nuestra sociedad y las amplias actividades de todo tipo que realizan, todas con buenos resultados y calidad. Sin embargo, aquellas que tuvieron el privilegio de ser llamadas “mambisas”- las que luchaban junto a sus hombres en los campos cubanos contra el poder español durante el siglo XIX- dejaron una marca indeleble en nuestra historia.
Ese es el caso de la pinareña Isabel Rubio Díaz, a quien se le rindió homenaje en todo el país en febrero pasado al conmemorarse el aniversario 120 de su muerte.
Isabel nació el 8 de julio de 1837 en el área más olvidada de Cuba entonces, Pinar del Río y desde joven se incorporó a las actividades conspirativas que contra el colonialismo español tenían lugar en nuestro archipiélago.

Desde 1882 se incorporó a las actividades conspirativas que realizaba José Martí en Cayo Hueso y Nueva York para unir a todos los cubanos a fin de incorporarse a la etapa final de la lucha contra los españoles, lo que se produjo finalmente con el levantamiento del 24 de febrero de 1895.
Su casa fue el mayor centro revolucionario en la provincia de Pinar del Río y desde el inicio de las acciones en lo que Martí denominara La Guerra Necesaria se fue a la manigua cubana con los combatientes y allí se dedicó, como muchas otras mujeres, a las labores de sanidad.
No solo aplicó la medicina tradicional y utilizó los recursos a su disposición, sino que cuando los mismos no existían utilizó la medicina verde para aliviar el sufrimiento de los heridos y fueron varias las ocasiones en que tuvo que utilizar sus propios vestidos, sábanas y hasta ropa íntima para convertirlos en vendajes con los cuales atender a los heridos bajo su custodia.
El hospital de campaña que dirigía fue visitado por el Mayor General Antonio Maceo el 20 de enero de 1896, quien reconoció el correcto funcionamiento del mismo y la valiente actitud de Isabel para mantenerlo en activo, por lo que le concedió los grados de capitán del Ejército Libertador.
Isabel, ya sexagenaria, era muy buscada por las autoridades españolas y tenía que trasladar constantemente su hospital de campaña para evitar caer en manos enemigas. El 12 de febrero de 1898 una guerrilla de voluntarios españoles rodeó el hospital; Isabel salió gritando que solamente había mujeres y niños en ese momento, pero la respuesta de los colonialistas fue hacer una descarga cerrada que la hirió en una pierna. Fue conducida herida al hospital de la capital pinareña, pero por la demora en la atención médica la gangrena se apoderó de su pierna, obligando a la amputación primero y posteriormente a su fallecimiento.
Aunque con una modesta presencia en la filatelia cubana, Isabel Rubio Díaz siempre está presente con nosotros como una muestra fehaciente de la valentía de la mujer cubana



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