Por: Juan
Hernández Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012
Sí, no se sorprenda, porque en una
ciudad que está a punto de llegar al medio milenio es normal encontrar muchos
lugares centenarios, solo que gracias al cuidado y la dedicación de las
autoridades y el pueblo es posible
verlos como si hubieran sido construidos ayer. Ese es el caso del Templete de
La Habana.
Según conocedores, esta es una de
las obras civiles que mayor influencia tuviera en la arquitectura cubana. Se
levanta como un templo dórico griego, con una fachada conformada por un pórtico
de seis columnas que sostienen un friso decorado y tiene un prominente frontón
que muestra una inscripción para recordar su inauguración.
Nuestro joven amigo se encuentra
en la llamada Plaza de Armas en la parte vieja de la ciudad de La Habana, la
cual tiene la categoría de Patrimonio de
la Humanidad otorgada por la UNESCO.
Fue construido a propuesta del
entonces Capitán General de Cuba Francisco Dionisio Vives, en el lugar donde se
fundara la Villa de San Cristóbal de La Habana en 1519, donde se plantara
inicialmente una ceiba y se mantenía como lugar de recordación de ese
acontecimiento, pero sin esta bella construcción. La misma se terminó de construir en
1828. Alberga una fuerte ceiba y la llamada Columna de Cajigal.
Esta columna la mandó a construir
el entonces Capitán General de Cuba Francisco Cajigal de la Vega en 1754, al
morir la primera ceiba que se plantara, y tiene una imagen de la Virgen del
Pilar, patrona de los navegantes españoles. Cajigal fue nombrado en ese cargo
en 1747 y lo mantuvo hasta 1760.
Varias han sido las ceibas que ha
tenido el Templete como tal, pero todas han sido vitales porque son el centro
de la tradición del 16 de noviembre.
Para conmemorar la fundación de la
ciudad y como herencia de la mezcla española y africana que posibilitaran el
surgimiento de la nacionalidad cubana, los habaneros dan tres vueltas a la
ceiba, echan una moneda a sus raíces y en silencio formulan un deseo en espera
de que el mismo sea cumplido.
Aunque este es un acto muy
personal y no se divulga lo que cada cual pidió, estoy seguro que son muchos
los que han deseado sus parabienes a esta madre centenaria que nos alberga y
que debemos cuidar y embellecer en todos los sentidos para que pueda continuar
siendo Ciudad Maravilla y a través de sus edificaciones contarnos nuestra
historia, como hace a diario este joven habanero de 190 años.
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