miércoles, 20 de abril de 2016

Conozcamos al Cerro a través de los sellos postales: la Zanja Real


Por: Juan Hernández Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012 y Presidente del Círculo Filatélico Cerro

Puerto habanero, siglo XIX
Conocer la historia local es un imperativo de todo ciudadano, si quiere ser cómplice de los interesantes acontecimientos que tuvieron lugar, cientos de años atrás, en los lugares por donde transita diariamente, máxime cuando algunos de esos acontecimientos fueron determinantes para la subsistencia de su comunidad.


Este es el caso que tenemos en el Cerro de La Habana con la llamada Zanja Real.

En 1566 se comienza a pensar en tener una zanja para llevar el agua potable desde La Chorrera, área donde surgía el río llamado entonces por su nombre aborigen: Casiguaguas (hoy Almendares), hasta la villa de San Cristóbal de La Habana.

Para garantizar que el agua llegara en la cantidad necesaria y con la potencia adecuada era necesario construir una presa, la cual se materializó como Presa del Husillo y que fuera terminada, junto a la zanja, en 1592 por el ingeniero Bautista Antonelli, quien llegara a La Habana en 1589 con el fin expreso de reforzar sus defensas militares.

Esta instalación, aunque eminentemente para el abasto de agua, se convirtió en una institución para el propio desarrollo del territorio y su historia y cultura, ya que la Zanja Real aportó la fuerza hidráulica necesaria para el establecimiento de ingenios azucareros y molinos de tabaco, fundamentalmente, entre los siglos XVI y XVIII.

A lo largo del trayecto se abrieron ramales y acequias para abastecerlos de agua al igual que a tenerías, fábricas de velas y de jabones, que también se fueron estableciendo y le dieron vida y desarrollo al Cerro.

La presencia de la Zanja Real, que permitía un uso apropiado del agua con fines de recreación y de mantenimiento a bellos jardines, sedujo a la aristocracia colonial para construir en el territorio sus hermosas casas quintas, de exquisitos jardines, estatuas y fuentes.

Debido al daño que todas estas actividades hacían a las aguas de la zanja y a quejas de numerosos vecinos, para fines del siglo XVIII, el Gobierno de la isla impuso restricciones a todas esas actividades industriales, feneciendo así las industrias del azúcar y del tabaco en el Cerro.

Sin embargo, no solo el agua corría libremente por la zanja: “Por la Zanja Real flotaron, desde el Cerro hasta el Real Arsenal, ricas maderas cubanas que vistieron a centenares de barcos”1.

Merece una breve explicación la referencia a las maderas cubanas que vistieron los barcos y navegaban a través de la Zanja Real, pues el Cerro también tuvo importancia en la industria naviera cubana de la época.

Por una parte, el marino portugués Juan Pérez de Oporto, sucesor de Hernán Manrique de Rojas como propietario del ingenio El Cerro, era miembro de la Sociedad de Armadores, la cual suministraba las maderas que se concentraban en el área que hoy ocupan las calles Atocha y Palatino en el llamado Tumbadero del Rey, para trasladarlas al astillero habanero.

Por su parte, el Comandante General de la Marina española adquirió en 1775 gran parte de los terrenos que luego formaron el barrio cerrense de Atarés para instalar una gran sierra que era accionada con el agua de uno de los ramales de la Zanja Real.

Del astillero habanero saldrían más de un centenar de navíos, fragatas, bergantines y goletas, destacándose la Nao Santísima Trinidad (1769), que fuera la mayor del mundo en su época y portaba 112 cañones.

Construcción naval en Cuba
El 15 de septiembre de 1980 el correo cubano puso en circulación una serie de seis sellos para correo ordinario a fin de conmemorar el aniversario 360 de la construcción naval en Cuba, la cual incluye en el valor de un centavo al galeón Nuestra Señora de Atocha, (1620), en el de tres centavos a El Rayo (1749), en el de siete centavos al Santísima Trinidad (1769).

Veleros cubanos: El Fénix
El 29 de septiembre de 1989 se hace otra emisión de embarcaciones españolas de guerra construidas en Cuba, la cual presenta en los valores de uno, tres, cinco, 10, 30 y 50 centavos a El Fénix, Triunfo, El Rayo, San Carlos, San José y San Genaro, respectivamente

Así, sin bombos ni platillos, la comunidad del Cerro, tanto por la Zanja Real como por los almacenes de madera e instalaciones de procesamiento de la misma, tuvo una destacada participación en la construcción y reparación de medios navales españoles que durante dos siglos recorrieron los mares del mundo.

[1] Leal Spengler, Eusebio: La Habana, ciudad antigua. Editorial Letras Cubanas, 1988. Página 23.

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