Por: Juan Hernández Machado, Premio
Nacional de Filatelia 2012
Hoy
es común ver a la mujer practicando diferentes oficios y profesiones que en sus
inicios sólo estuvieron reservadas para los hombres. Sin embargo, eso no era frecuente
en los primeros 30 años del siglo anterior. Y ahí radica el mérito de la
Estadounidense Amelia Earhart. Amelia
nació en 1898 en el Estado de Kansas y a temprana edad conoció de la separación
de sus padres debido al alcoholismo de su progenitor. Ese hecho marcó su vida
para siempre, al hacerla decidir que sería una mujer independiente. Sirvió
como asistente en un hospital militar en Toronto, Canadá, durante la Primera Guerra Mundial y
posteriormente se inscribió para cursar estudios de medicina en la Universidad de
Columbia, ciudad de Nueva York.
Pero
su papá logró reivindicarse y estableció un bufete de abogados en California.
Allí fueron Amelia y su mamá a reunificarse con él.
Esa
zona de Estados Unidos estaba en pleno apogeo del desarrollo de la aviación y
Amelia fue a ver un espectáculo aéreo en el cual pudo subir a uno de los
aviones gracias a la intervención del papá. Este hecho definió su futuro.
En
junio de 1921 hizo sola su primer vuelo y para 1922 ya había comprado su primer
avión y estableció record de altura para
una mujer, al volar a 14 mil pies de altura.
Problemas familiares de nuevo la hicieron
vender su avión y tratar de reiniciar la carrera de medicina pero finalmente la
abandonó.
El
vuelo intercontinental solo de Charles Lindbergh en 1927 causó sensación y los
caza fortunas trataron de sacarle partido de inmediato El millonario inglés
Frederick Guest quiso contratar una tripulación donde estuviera una mujer para
volar a través del Atlántico.
Y Amelia fue la
seleccionada por tener licencia de vuelo y estar decidida a aventurarse en ese riesgoso empeño.
Junto a los pilotos Louis Gordon y Wilmer
Stulz, partió en un trimotor Fokker
F.VII llamado “Friendship”, el 17 de
junio de 1928, desde la bahía de Trepassey,
Boston y arribaron a Irlanda luego de 20 horas y 40 minutos de
vuelo. De esa forma Amelia se convertiría en la primera mujer que
atravesó el Atlántico como pasajera.
“Veinte
horas y cuarenta minutos” fue el título de su libro sobre este vuelo, el cual
la dio a conocer nacional e internacionalmente, pero en su fuero interno estaba
descontenta porque había ido como pasajera y no había piloteado el avión,
decidiéndose a repetir la aventura, pero esta vez sola.
El
5 de mayo de 1929, en un avión Lockheed Vega, hizo el vuelo directo entre Nueva
York- Nueva Jersey- Ciudad de México, en 14 horas y 19 minutos.
Dos
años más tarde, el 8 de abril, se convirtió en la primera mujer que voló sola
en un autogiro de la compañía PITCAIR y batió el record mundial de altura en
ese tipo de medio al ascender a cinco mil 613 metros.
El 20 de mayo de
1932, cinco años después de la hazaña de Lindbergh, salio de Harbour Grace, Terranova
y tras recorrer tres mil 918 kms. en 13
horas y 33 minutos descendió en Londonderry, Irlanda.
Su
hazaña, aunque no tan reconocida, superó la de Lindbergh ya que con ella se
convirtió en la primera mujer en volar sola sobre el Atlántico, la primera
persona en sobrevolarlo dos veces, la mayor distancia volada por una mujer de
forma ininterrumpida y el récord por cruzar el Atlántico en el menor tiempo.
Los
amantes de la filatelia también se han beneficiado de la audacia de esta mujer
pues a partir de ese vuelo comenzó a transportar correspondencia filatélica
para dejar constancia de sus hazañas.
En
esa oportunidad transportó 50 sobres numerados que recibieron los matasellos de
salida y llegada, los cuales fueron
firmados por ella.
Los
reconocimientos recibidos por ese vuelo fueron diversos: la medalla de la Nacional Geographic
Society entregada por el Presidente Hoover; la llave de varias ciudades de los
Estados Unidos; la Cruz
de Vuelo Distinguido, otorgada por el Congreso por primera vez a una mujer.
Todo
sirvió de aliento y apoyo a nuevos empeños en el desarrollo de la aviación.
Tal
vez uno de sus vuelos más celebrados haya sido el que hiciera el 11-12 de enero de 1935 desde Hawai a Oakland,
California. Durante ese vuelo recorrió dos mil 400 millas en 18 1/4
horas y transportó 49 piezas de correo.
Según
el AMERICAN AIRMAIL CATALOGUE, quinta Edición,1987, de la Sociedad Americana
de Correo Aéreo, cada sobre de ese vuelo se valoraba en mil 500 dólares en esa
época.
Otro
vuelo de gran significación para ella y para la historia de la aviación fue el
que hiciera el 8 de mayo de 1935 desde Ciudad México a Newark, New Jersey en el
cual transportó 35 piezas postales franqueadas.
Éstas incluían el sello aéreo de 20 cts. de
México, habilitado para la ocasión con la inscripción “ Amelia Earhart-Vuelo de Buena Voluntad-México-1935” . Todas las piezas fueron certificadas y
llevaban una constancia manuscrita y la firma de Amelia.
Su
empeño en continuar con las investigaciones sobre aeronáutica le valió que la Universidad de Purdue
estableciera un fondo especial a tal efecto el cual pusiera a su disposición y
con ello modificó un avión Lockheed Electra a fin de incrementar la carga de
gasolina para extender su alcance a cuatro
mil 500 millas.
Todo con la idea de enfrentar su mayor reto:
volar alrededor del mundo.
Luego de un intento
fallido en marzo de 1937, el 20 de mayo de ese año junto al Capitán Fred Noonan salieron de Oakland, California hacia
el este. En ese vuelo llevaba consigo diez
mil sobres especiales que serian
vendidos a través del dealer filatélico Jacques
Minkus en la tienda por departamentos Gimbel, de Nueva York.
Cubrieron la ruta a través de Brasil, África y la India, llegando a Lae, Nueva
Guinea el 1 de julio. El día 2 partieron hacia la isla de Howland, un tramo de dos
mil 556 millas
y la falta de combustible les impidió llegar a su destino, desapareciendo sin
dejar rastros.
Amelia y algunos de los elementos de ese
intento por volar alrededor del mundo
han sido incluidos en emisiones postales de Estados Unidos, República Popular del Congo, Malí, Surinam,
las Islas Marshall y Niuafo’ou, territorio de Nueva Guinea.
Sin
dudas la médica frustrada, devenida
recordista y pionera en la aviación mundial, merece el reconocimiento y respeto
de las nuevas generaciones que también la admiran por haber demostrado que en
cualquier obra en la cual la mujer esté presente, la engrandece sensiblemente.
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