Por: Juan Hernández
Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012
Mucho se habla de la mujer cubana, tanto en nuestro
país como en el mundo, por el papel que ocupa en nuestra sociedad y las amplias
actividades de todo tipo que realizan, todas con buenos resultados y calidad.
Sin embargo, aquellas que tuvieron el privilegio de ser llamadas “mambisas”-
las que luchaban junto a sus hombres en los campos cubanos contra el poder
español durante el siglo XIX- dejaron una marca indeleble en nuestra historia.
Ese es el caso de la pinareña Isabel Rubio Díaz, a
quien se le rindió homenaje en todo el país en febrero pasado al conmemorarse
el aniversario 120 de su muerte.
Isabel nació el 8 de julio de 1837 en el área más
olvidada de Cuba entonces, Pinar del Río y desde joven se incorporó a las
actividades conspirativas que contra el colonialismo español tenían lugar en
nuestro archipiélago.
Desde 1882 se incorporó a las actividades
conspirativas que realizaba José Martí en Cayo Hueso y Nueva York para unir a
todos los cubanos a fin de incorporarse a la etapa final de la lucha contra los
españoles, lo que se produjo finalmente con el levantamiento del 24 de febrero
de 1895.
Su casa fue el mayor centro revolucionario en la
provincia de Pinar del Río y desde el inicio de las acciones en lo que Martí
denominara La Guerra Necesaria se fue
a la manigua cubana con los combatientes y allí se dedicó, como muchas otras
mujeres, a las labores de sanidad.
No solo aplicó la medicina tradicional y utilizó los
recursos a su disposición, sino que cuando los mismos no existían utilizó la
medicina verde para aliviar el sufrimiento de los heridos y fueron varias las
ocasiones en que tuvo que utilizar sus propios vestidos, sábanas y hasta ropa
íntima para convertirlos en vendajes con los cuales atender a los heridos bajo
su custodia.
El hospital de campaña que dirigía fue visitado por
el Mayor General Antonio Maceo el 20 de enero de 1896, quien reconoció el
correcto funcionamiento del mismo y la valiente actitud de Isabel para
mantenerlo en activo, por lo que le concedió los grados de capitán del Ejército
Libertador.
Isabel, ya sexagenaria, era muy buscada por las
autoridades españolas y tenía que trasladar constantemente su hospital de
campaña para evitar caer en manos enemigas. El 12 de febrero de 1898 una
guerrilla de voluntarios españoles rodeó el hospital; Isabel salió gritando que
solamente había mujeres y niños en ese momento, pero la respuesta de los
colonialistas fue hacer una descarga cerrada que la hirió en una pierna. Fue
conducida herida al hospital de la capital pinareña, pero por la demora en la
atención médica la gangrena se apoderó de su pierna, obligando a la amputación
primero y posteriormente a su fallecimiento.
Aunque con una
modesta presencia en la filatelia cubana, Isabel Rubio Díaz siempre está
presente con nosotros como una muestra fehaciente de la valentía de la mujer
cubana
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