Por: Juan Hernández Machado, Premio
Nacional de Filatelia 2012
La
ciudad cubana de Bayamo, cuna de nuestro himno nacional desde 1868, ha dado hijos
ilustres, no solamente en nuestra historia sino en la historia de otros países
hermanos de Nuestra América.
Ese
es el caso de José Joaquín Palma (1844-1911), destacado escritor y profesor de
literatura.
Palma
estuvo entre los cubanos que se uniera
a las actividades conspirativas contra el poder español en Cuba. Razón por la
cual tuviera que salir al exilio y el país escogido fue la tierra del quetzal.
Allí
dirigió la Biblioteca Nacional
y fue profesor de Literatura Española en la Universidad de San
Carlos. Conoció allí a nuestro Héroe Nacional José Martí y mantuvieron una estrecha
relación, tanto como intelectuales como independentistas por Cuba y toda
Nuestra América.
Siendo
Presidente de la republica centroamericana José María Reyna Barrios, en 1896,
se convocó a un concurso especial para seleccionar la música y la letra del que
posteriormente sería el himno nacional de Guatemala.
El
honor en cuanto a la música correspondió al local Rafael Álvarez Ovalle,
mientras que la letra ganadora correspondió a un participante anónimo.
Posteriormente, en 1910, el propio José Joaquín reconoció que él era el autor
de la misma.
Este
himno nacional vio la luz como tal el 14 de marzo de 1897. En 1953, Guatemala
hizo una emisión postal de cuatro valores para correo ordinario a fin de honrar a los dos creadores de esa bella y patriótica
pieza musical.
El
Presidente guatemalteco Manuel Estrada Cabrera condecoró a Palma con una
medalla de oro por su importante contribución a la identidad nacional de su
país.
Al
instaurarse la República
en Cuba, en 1902, Palma integró las filas del servicio exterior cubano como
cónsul en la hermana República de Guatemala, lugar donde falleciera el 2 de
agosto de 1911.
Cuba
también lo ha recogido en su filatelia al presentarlo en una emisión permanente
de 1956 junto a otras tres destacadas figuras de las letras cubanas: Luisa Pérez de Zambrana, Juan Clemente
Zenea y Julián del Casal.
Así
es la historia, hombres y mujeres de aquí hacen importantes contribuciones en
otros países hermanos y viceversa. Nuestra historia y cultura se entretejen y
por ello son de fuerte los lazos que
sostienen nuestra identidad americana.
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