Por: Juan Hernández Machado, Premio
Nacional de Filatelia 2012
Cuando
se revisan las estrechas relaciones actuales entre los pueblos de Nuestra
América, en ocasiones no se revisan los antecedentes de las mismas. Y nuestra
historia recoge muchos momentos de ciudadanos de uno de nuestros países
contribuyendo a aspectos importantes de otros, como contribución a la Gran América que el Libertador
Bolívar quería que fuéramos.
Así
sucede con Manuel del Socorro Rodríguez (1758-1819).
Socorro
nació en Bayamo, cuna del himno nacional cubano, y habiendo quedado huérfano a
edad temprana tuvo que realizar muchos oficios, entre ellos el de carpintero,
para mantener a su familia. No obstante, sintió gran admiración por los libros,
los cuales le propiciaron una gran cultura.
Fue
de los osados que, aprovechando facilidades existentes en la época, solicito
empleo al rey Carlos III, pero pidió que lo examinaran para comprobar sus
calificaciones.
Esto
se hizo en el colegio San Carlos donde fuera examinado en las materias de
Humanidades y tal fue su resultado que el Mariscal de Campo, José de Ezpeleta,
entonces Capitán General de la
Isla de Cuba que había sido promovido a Virrey de Santa Fe de
Bogotá, decidió que lo acompañara en la nueva tarea y le encomendó la dirección
de una biblioteca allí.
Socorro,
no obstante el apoyo que recibiera del representante español en el Nuevo Reino
de Granada, como se conocía entonces a nuestra hermana hoy República de
Colombia, puso el mayor empeño en el desarrollo de la tarea asignada y hacer
todo lo posible por el avance de las letras en su nuevo país.
Así,
en 1791 vio la luz el primer número del Papel Periódico de Santa Fé de Bogotá, hecho que convierte al
humilde bayamés en fundador del periodismo en nuestra hermana nación
colombiana. Desde 1910 en el Salón de la Prensa de Bogotá se
encuentra la efigie de nuestro compatriota.
Nos
complace saber también que Socorro no se limitó a sus deberes profesionales. No
tuvo participación en las luchas independentistas cubanas del yugo español,
pero pudo acompañar al prócer colombiano Antonio Nariño en su lucha por la
independencia en su otra patria.
Se
sabe que Socorro nunca superó el nivel humilde en que vivió y falleció en la
buhardilla que lo acogió como vivienda dentro de la biblioteca bogotana donde
tanto bien hiciera a Colombia, a Cuba y al mundo.
Por
eso, sin pretenderlo, Socorro forma parte de la argamasa que sirve para unir a
todos los profesionales del periodismo en nuestros países, y ¿por qué no?, a
los países mismos que poco a poco se acercan para hacer cumplir el sueño del
Libertador de América.
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