Por: Juan Hernández Machado, Premio Nacional de Filatelia 2012
No
siempre existe la oportunidad de visitar a una joven de más de quinientos años
de edad. Y eso sucede cuando se llega a la ciudad de Camagüey, situada en el centro-este de Cuba.
Pero la
visita se hace más grata cuando se comienzan a apreciar los gordos tinajones de
barro en diferentes puntos de la ciudad y algún que otro lugareño, al ver la
presencia del foráneo, le dice que quien bebe agua de tinajón se queda en el
Camagüey.
El origen
del nombre de Camagüey proviene de Camaguebax, nombre de un cacique indígena de
la zona. La villa, una de las primeras siete fundadas por los conquistadores
españoles en Cuba, fue inicialmente
nombrada como Santa María del Puerto del Príncipe
El tinajón fue una de las
primeras influencias que recibiera la tierra de Camaguebax de los españoles,
especialmente de los andaluces que anduvieron por esas tierras.
Ellos utilizaban el tinajón
o aljibe que allá en su tierra se utilizaba para guardar la producción de
aceite proveniente de sus olivares, aunque otros afirman que también eran
usados para la transportación de granos, vinos y cualquier otro producto. El
término aljibe denota un origen árabe, lo cual es sin duda, parte de una
herencia cultural que dejaran los moros por tierras españolas.
Al
asentarse en el territorio de la actual provincia de Camagüey, y debido a la no
abundancia de grandes ríos en el mismo, decidieron producir las grandes vasijas
de barro para almacenar agua. El arte en la fabricación de los mismos fue
pasando de generación en generación, utilizando el barro que se extraía de la
Sierra de Cubitas, en los talleres artesanales que se fueron creando y donde
también se fabricaban las famosas tejas rojas que adornan gran parte de los
techos tradicionales de las casas en esa región del país.
Así, al
trasladarse la ciudad desde la zona costera de Nuevitas donde estuviera
asentada primero, al centro de la hoy provincia, para evitar los ataques de
piratas y corsarios, creció la necesidad de contar con reservas de agua y los
tinajones se colocaron en el interior de las casas coloniales y en los jardines
de las casas de amplios portales, semi enterrados hasta la mitad de su redondo
vientre, por debajo de los canales que llevaban el agua de lluvia desde los
rojos techos de tejas.
De esa
forma el tinajón devino reliquia del territorio camagüeyano, relacionado
también con el amor a la tierra natal, a la pareja, a la naturaleza, a la vida.
Fueron y siguen siendo guardianes y a la vez exponentes de una riqueza cultural
autóctona donde se imbrica la heredada arquitectura colonial con una fuerte
huella intelectual de los hijos e hijas del Camagüey.
La filatelia nacional no ha
estado ajena a esta realidad y el tinajón ha sido incluido en varias emisiones
postales dedicadas a Camagüey. Destaca el sello dedicado a Camagüey en la
emisión de ciudades patrimoniales del año 2008, que refleja el patio de la
Iglesia Hospital San Juan de Dios de 1728, en el centro histórico de la ciudad,
donde se pueden apreciar los tinajones en su patio.
El sobre
entero postal al inicio de este trabajo nos muestra los tinajones como se
colocaban en los patios de las casas coloniales de la ciudad.
Y también el Círculo
Filatélico “Ignacio Agramonte” de la ciudad de Camagüey ha utilizado este
símbolo en varias de sus cancelaciones especiales hechas en ocasión de
diferentes aniversarios de la ciudad.
Por eso, amigos que disfruten de esta lectura, si no conocen
la ciudad de Camagüey guarden un tiempo de su vida para visitarla. Allí
encontrarán a estos fieles amigos y seguro estamos que quedarán complacidos con
la visita, con los recuerdos de la misma y, ¿por qué no? a lo mejor alguno toma
agua de tinajón y se encuentra su media naranja en esa ciudad y se queda para
siempre.
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