Por: Juan Hernández Machado,
Premio Nacional de Filatelia 2012
En 1933 los pilotos españoles Barberán y Collar causaron sensación al
hacer el primer vuelo sin escalas Sevilla, España – Camagüey, Cuba.
Por sus orígenes y por su amor a la tierra adoptiva, un piloto hispano cubano se empeñó en corresponder con esa
hazana y de esa forma se convirtió en el primer iberoamericano que llegaba a
España piloteando un avión desde América.
Antonio Menéndez Peláez nació en Sevilla, en 1901 y se graduó de piloto en una
academia de Chicago, Estados Unidos, trasladándose posteriormente a Cuba donde
alcanzó los grados de Teniente de Navío, como piloto naval.
Su hazaña aérea la hizo en un monomotor Lockheed Sirius, que
desarrollaba una velocidad crucero de 140 millas por hora. Era
un avión de la Marina
de Guerra llamado “4 de septiembre”, en honor de la fecha cuando el entonces
sargento taquígrafo Fulgencio Batista diera su primer Golpe de Estado en
Cuba en 1933.
En el salió de la ciudad de
Camagüey el 12 de enero de 1936 para
recorrer una ruta que lo llevaría a La Guaira, Georgetown, Puerto España, Belem de Pará,
Sao Louis, Natal, Bathurst y Cabo Juby antes de llegar a Sevilla.
El tramo más difícil fue el de Natal, Brasil – Bathurst, Gambia, destino
alternativo pues el inicialmente planificado era Dakar, capital de Senegal, al
cual no pudo llegar por la carencia de exactos instrumentos de navegación aérea
en aquel tiempo.
Luego de 77 horas y 40 minutos de vuelo
y tener que hacer un aterrizaje imprevisto en Cabo Juby (Río de Oro),
debido a una tormenta de arena, llegó al aeropuerto sevillano de Tablada, donde
fue considerado como héroe.
España le concedió la Cruz Oficial
de la Orden de la República. Cuba le
confirmaba su ascenso al grado de Primer Teniente del Cuerpo de Aviación y le
concedió las Órdenes al Mérito Naval y
Militar, que le serían impuestas por el Presidente de la República a su regreso.
Pero ese no fue el único aporte de este piloto que hizo historia en su
época.
Menéndez Peláez sería protagonista de otro vuelo trascendental, esta
vez conjunto, aunque no con la misma suerte del anterior.
La Sociedad Colombista Panamericana auspició un vuelo cubano-dominicano para financiar el faro
que se construiría en honor a Cristóbal Colón en la República Dominicana.
Por Cuba participaron tres aviones Stinson Reliant
SR-10, monoplano de ala alta, que recibieron el nombre de “Santa María”, “La
Pinta” y “La
Niña”, y por la Dominicana participó un
Curtiss Wright 19R al cual llamaron “Colón”.
El 11 de noviembre de 1937 salieron de República Dominicana para cubrir
53 etapas que los llevaría a todos los países del Caribe, Sudamérica,
Centroamérica y los Estados Unidos, regresando al punto de partida.
Al cubrir la etapa No. 26, el 25
de diciembre de 1937, los sorprendió una tormenta sobre la cuenca del río Cali
en Colombia y los aviones cubanos, inferiores técnicamente al Wright
dominicano, se incendiaron al tratar de aterrizar, pereciendo todos los
tripulantes más un periodista que iba con Menéndez Peláez en el “Santa María”.
Esas hazañas del insigne sevillano-cubano han quedado inmortalizadas en
varias emisiones postales hechas por Cuba y por la República Dominicana.
Cuba recordó el vuelo en
solitario Camagüey- Sevilla con la emisión de dos valores para correo aéreo en
1971, debiendo significarse que el valor de 13 centavos refleja el avión en
dirección invertida (Sevilla- Camagüey).
En el año 2000, en ocasión del 70 aniversario del correo aéreo nacional,
se emitió un sello por valor de 65 centavos el cual presenta al destacado piloto.
La República
Dominicana, por su parte, emitió en noviembre de 1937 una serie de 8
valores para correo aéreo para conmemorar el vuelo Pro Faro de Colón.
Los tres modelos de la serie reflejan las carabelas de Colón (valores de
10 centavos y un peso), los cuatro
aviones despegando de República Dominicana (valores de 15, 25 y 50 centavos) y
la silueta de los cuatro aviones sobrevolando el propuesto faro a Colón
(valores de 20, 30 y 75 centavos).
Para el 50 aniversario de ese vuelo emitió dos valores para correo
ordinario. El de 25 centavos muestra al
Cáp. Frank Félix y su avión, mientras que el de 2 pesos muestra el mapa del vuelo.
Mientras insertábamos los materiales postales sobre estos dos vuelos
en nuestra colección sobre aviación, sentimos la angustia del piloto por cumplir su
cometido, la incertidumbre por no perderse, el desespero porque la gasolina
alcanzara para llegar al destino final y también el interés por rendir homenaje
al Gran Navegante.
Al reconstruir sus hazañas y las de
otros hombres que también trabajaron en función de unir pueblos, solo nos queda
decirle “! Gracias!” y pensar que sí es posible la
construcción de un mundo mejor.
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