Por: Juan Hernández Machado
Premio Nacional de Filatelia 2012
Siempre hemos dicho que todos los sellos postales tienen una historia que
contar, unos vinculados con la historia, otros con elementos de la cultura y
una buena parte de ellos con la vida normal del hombre. Ese es el caso de
algunos sellos postales que me llevan a mi adolescencia.Acababa de cumplir los 13 años y estaba terminando el octavo grado de
secundaria cuando en Cuba se hizo el llamado para erradicar el analfabetismo
durante el año 1961. No vacilé en unirme al contingente de cientos de miles de
estudiantes cubanos que integraron las Brigadas que recibieron el nombre de Conrado Benítez.
Este fue un joven maestro voluntario que desde 1960 se encontraba enseñando
a los analfabetos en las montañas del Escambray, en el centro de Cuba, y que
fuera asesinado por las bandas de bandidos que existieron en ese macizo
montañoso hasta 1965 cuando fueron eliminadas totalmente.
De mi natal ciudad de Camagüey salí para la playa de Varadero, en la
provincia de Matanzas, donde recibimos la preparación y el equipamiento que nos
convertiría en los maestros más jóvenes de Cuba en ese momento. De allí pasamos
a brindar nuestros servicios en la zona de Oro de Guisa, en la hoy provincia
Granma, del oriente cubano. Luego de dos meses en la sierra, comencé a padecer
de asma bronquial y los médicos me enviaron al llano, pasando a la Cooperativa Jesús Menéndez, Departamento Maisí,
Sola, Camagüey, donde terminé la campaña.
Vivir junto con los humildes
campesinos fue una experiencia inolvidable. Ellos “pagaron” mis conocimientos
enseñándome a labrar la tierra, a recoger café y a partir leña entre otras funciones
típicas del campo cubano; realmente al
tener que abandonarlos luego de la misión cumplida no sé quién fue el verdadero
maestro, si ellos o yo.
En diciembre, cuando vinimos a la
capital cubana a celebrar la eliminación del analfabetismo en Cuba, junto al
creador de esta idea, el Comandante Fidel Castro Ruz, y orgulloso de mis 14
años cumplidos durante esa campaña, mostraba la satisfacción de haber enseñado
a leer y a escribir a un grupo de personas que lo necesitaban.
Muy emocionado me sentí el pasado 26 de noviembre cuando formé parte de los
más de ciento cincuenta alfabetizadores de todo tipo que rendimos homenaje, en
la Necrópolis de Colón y ante sus tumbas, a Pedro Blanco Gómez y Manuel Ascunce
Domenech, jóvenes alfabetizadores asesinados por los bandidos que aquel 1961
aún operaban en parte de nuestros campos, solo por haber cometido el “crimen”
que entregar el pan de la enseñanza a los desposeídos que lo necesitaban.
Allí no solo los recordamos a ellos sino también a Conrado, a los alfabetizadores
Patria o Muerte Pedro Morejón
Quintana y Delfín Sen Cedré , así como a los campesinos Eleodoro Rodríguez
Linares, Modesto Serrano Rodríguez, Tomás Hormiga García, José Galindo
Perdigón, Vicente Santana Ortega y Pedro Lantigua Ortega, todos también
asesinados por los bandidos que pensaban que con esas acciones iban a detener
el avance de la revolución.
Clara González Hernández, una de nuestras colegas, nos llevó a 1961 cuando
dijo, “Aquí estamos una vez más rindiendo tributo en esta ocasión con la
representación de los alumnos de la escuela secundaria básica que lleva el
nombre de Manuel Ascunce; escuela en la que yo tuve el honor de estudiar y de
compartir con él parte de su vida como joven revolucionario, digno
representante de su época…Ascunce está siempre presente en nosotros y en
ustedes, ser buenos estudiantes es la tarea que tienen por delante; ya no hay
campesino ni obrero que necesite ser alfabetizado, esa tarea la cumplimos
nosotros cuando aquel 22 de diciembre le dijimos a Fidel, Fidel, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer, y él nos
respondió Estudiar, estudiar y estudiar.
Así es la historia y satisface cuando uno puede decir que aportó algo a la
misma y, también en nuestro caso particular como coleccionista, conocer que
nuestra filatelia nos permite los materiales necesarios para mantener esa
historia viva en nuestras colecciones y que las nuevas generaciones puedan
conocer mejor las actividades que hacíamos cuando éramos de su edad.
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