Por: Enrique Domínguez Ortega, presidente del Círculo Filatélico de San Antonio de los Baños
Desde el surgimiento del sello de correos, en el lejano año de 1840, las administraciones postales de los diferentes países que integran este mundo nuestro, han reflejado de una manera, u otra, diferentes aspectos de la historiografía, ya sea de esos propios países, o la universal. Esto es bien conocido por todos.
Pero después de los primeros
años del pasado siglo XX, cuando comienzan a emitirse sellos postales
“conmemorativos”, se acrecentó el reflejo de la historia en los mismos y
prácticamente no ha quedado nada con importancia relevante, que no haya tenido
un espacio dentro de la filatelia. En nuestra patria sucede igual.
En esta ocasión escogimos a uno
de los hombres que contribuyó, a través de su poesía, a la formación de la
nacionalidad cubana, demostrando con ella su amor a la patria.
¿Recuerdan estas estrofas
poéticas que en algún momento se convirtieron en consigna?
Si desecha
en menudos pedazos,
llega a ser
mi bandera algún día,
¡nuestros
muertos alzando los brazos,
la sabrán
defender todavía!
Sin duda que las recuerdan,
porque a todos nos enseñaron esta poesía en las escuelas. La filatelia nacional
recoge la figura del autor de estos inmortales versos a través de la emisión de
un sello postal que se puso a circular en las oficinas de correo de todo el
país en el año 1986 para conmemorar el aniversario 50 de su muerte.
Es una pieza con un gran colorido, impresa sobre papel cromado mediante sistema off‐set y con facial de cinco centavos, al que se le hizo una perforación 12 ½. En el diseño, obra de Carlos Echenagusía, aparece una bella bandera cubana escoltada por las últimas estrofas del poema “Mi bandera”, precisamente estas que mencionamos con anterioridad. A la izquierda del sello, la imagen de su autor. Se realizó una tirada de un millón 280 mil 100 ejemplares.
Cuentan que al regreso a la Patria,
procedente del exilio, a bordo del vapor Moscotte, le embargaba una tristeza similar
a la de tres años atrás cuando en otra nave, el Olivette, se alejaba de su isla
ante amenazas de muerte recibidas debido a sus actividades conspirativas contra
la metrópolis española.
El 4 de enero de 1899 amaneció
Bonifacio Byrne en la sobrecubierta del buque y se dice que al pasar este
frente al Castillo del Morro, en la Habana, se percató de que en los mástiles,
junto a la bandera amada de su patria, ondeaba otra foránea, la de los Estados
Unidos, pues ya se había producido la intervención norteamericana en el país.
No tomó lápiz y papel como algunos afirman. Esto ocurrió mucho después.
Cuando Byrne bajó del buque y
ya en la casa de Guanabacoa que lo acogió, pluma en mano se apartó de todos y
se dispuso a escribir sus inmortales versos:
Al volver
de distante ribera,
con el alma
enlutada y sombría,
afanoso busqué
mi bandera,
¡y otra he visto además de la mía!
Bonifacio Byrne Puñales había
nacido el 5 de marzo de 1861 en el barrio de Pueblo Nuevo, Matanzas. A su
regreso a Cuba y después de la instauración de la seudorepública, durante la
presidencia de Tomás Estrada Palma, vio traicionado por éste su ideal de
independencia al producirse, en 1906, la ocupación extranjera nuevamente y cayó
en una depresión que hizo que su nombre quedara opacado durante más de un
bienio y no se le mencionara en la vida pública de la nación.
En el año 1911 se lanza la
propuesta de otorgarle el título de Poeta Nacional a Byrne y el día 5 de julio
de 1920 ambas cámaras del Parlamento cubano le confieren tal distinción.
Ya en pleno gobierno de Gerardo
Machado, debido a la oposición mostrada por Byrne, el gobernante ordenó una rebaja
considerable de la renta que recibía este como Poeta Nacional de nuestro país.
Bonifacio Byrne falleció el 5
de julio de 1936. Demoró 50 años la realización de un homenaje postal a este
singular patriota que demostró con su verso y su palabra el amor y respeto por
el más importante de nuestros símbolos patrios, la bandera, esa que seguiremos
defendiendo con nuestra sangre hasta la eternidad.
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