Por: Gilberto Gallo Martínez, destacado filatelista de Medellín, Colombia
Jean de Sperati (Pisa, Italia,
1884 – Aix‐les‐Bains, Francia, 1957) fue un grabador e impresor
francés, de origen italiano, dedicado a la falsificación de sellos postales con
notable calidad.
Aficionado a la filatelia desde muy joven, se convirtió en, quizás, el mayor falsificador de sellos postales de la historia, destacando por la elevadísima calidad de sus reproducciones.
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Falsificación de un sello de Sajonia, 1856, hecha por Sperati |
Nació en Pisa, Italia en 1884,
con el nombre de Giovanni Desperati, en una familia destacada de impresores y fotógrafos,
lo que le permitió en su adolescencia y juventud aprender técnicas de grabado e
impresión, así como conocer distintas variedades de papel y de tinta.
Cuando su familia emigró a
Francia en 1909 precisamente al ser acusados de falsificación e investigados
por la policía italiana, Giovanni Desperati se estableció en París y allí afrancesó
su nombre a Jean de Sperati, por el cual se hizo mundialmente conocido.
En paralelo con sus labores de fotógrafo
e impresor, se dedicó a la falsificación de sellos postales, actividad en la
cual alcanzó gran maestría. De hecho, sus falsificaciones engañaron a todos los
peritos de la época y no hubiera sido descubierto, de no ser por un hecho
fortuito ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.
Aproximadamente desde 1930,
Sperati se mudó a la localidad de Aix‐les‐Bains, para evitar llamar la atención de la policía
francesa después de que varios comerciantes en filatelia le encargaran
reproducciones de sellos valiosos. A pesar de la mencionada contienda bélica,
amplió sus actividades porque varios inversionistas ricos ansiaban comprar sellos
raros y de alto precio como un medio de inversión ante las incertidumbres de la
guerra, ya que los sellos eran unos objetos fáciles de esconder y transportar.
El seis de febrero de 1942
Sperati quiso despachar desde la Francia ocupada una encomienda a Portugal. Al
ser abierto el paquete por la censura de guerra francesa, y ver que contenía
planchas enteras de estampillas clásicas de gran valor (tanto francesas como
alemanas), fue acusado por la Inspección de Aduanas de exportación no declarada
de divisas, lo cual suponía un delito de contrabando por el cual sufriría
prisión y una enorme multa.
Sperati proclamó su inocencia,
confesando entonces que sus envíos no eran estampillas auténticas, sino simples
reproducciones hechas por él mismo, como obras artísticas, sin valor
filatélico. Se le inició un proceso y se convocó a grandes expertos en
filatelia, quienes coincidieron en señalar que las estampillas eran auténticas
y de un valor elevadísimo, debido a su excelente estado de conservación.
Sperati consiguió salir en libertad tras el pago de una millonaria multa.
Después de este incidente,
Sperati envió tres estampillas a tres distintos peritos para que las analizaran
y dictaminaran sobre su autenticidad. Cuando los tres decidieron que eran
auténticas, Sperati les pidió que las analizaran en conjunto. Cuando hicieron
esto, se sorprendieron al ver que los tres matasellos eran exactamente iguales,
estaban en la misma posición y tenían la misma cantidad de tinta. La única
explicación posible era que Sperati tenía razón y las estampillas eran tres
falsificaciones obra del mismo autor.
Tras la guerra se reabrió su
proceso en 1946, y Sperati alegó que sus falsificaciones eran un "arte de
la filatelia", que no tenía intenciones de cometer estafas o fraudes, y
que sus reproducciones jamás eran vendidas como "sellos auténticos",
más aún porque todas las copias decomisadas por las autoridades francesas
estaban firmadas al reverso por el propio Sperati.
En 1948 Sperati fue condenado
por falsificación, pero debido a su edad al momento de la sentencia (64 años),
no ingresó en la cárcel. Poco después recibió 10 millones de francos franceses
de la Asociación Filatélica Británica (BPA) con la condición de que no siguiera
realizando sus "obras artísticas". Cuando falleció en 1957, la BPA
adquirió todas las existencias de su taller, parte de las cuales se exhibe en
el Museo Británico.
Según sus palabras, su deseo no
era estafar al público con sus obras, sino ridiculizar a los
"expertos", que habían ignorado su obra durante tanto tiempo, y a la
vez, desmitificar las "rarezas" de la filatelia.
Para evitar que sus reproducciones
fueran vendidas como auténticas en el mercado filatélico, Sperati solía
firmarlas en el dorso, aunque dicha firma la realizaba en lápiz.
Sperati estuvo realizando y
distribuyendo falsificaciones desde 1910 hasta 1942 sin ser jamás descubierto,
y su prolífica labor abarca no menos de 70 países diferentes. (Nunca se pudo
hacer una lista completa de sus trabajos).
Muchas de las estampillas clásicas
que aún se exhiben en grandes colecciones son copias de Sperati, sin que sus dueños
lo sepan.
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